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Mandíbula

¿Es la mandíbula la nueva obsesión estética?

¿Es la mandíbula la nueva obsesión estética?

La respuesta corta es sí. No hay más que echar un vistazo a las redes sociales para ver rostros en los que los mentones marcados y un contorno mandibular perfectamente definido son la constante de quienes buscan un efecto rejuvenecedor. Este fenómeno no conoce de sexos y se ha convertido en uno de los tratamientos de medicina estética más demandados, dejando atrás la fijación por el tercio superior, donde la frente, las patas de gallo o el entrecejo eran la principal preocupación de los usuarios.

La tendencia de una mandíbula definida

La doctora Serrano arguye que existen varias razones que explican por qué el contorno mandibular ha escalado posiciones en el ranking de tratamientos más solicitados:

  • Canon estético actual. Figuras públicas y redes sociales han reforzado la idea de una mandíbula firme como sinónimo de juventud y belleza.
  • Visibilidad frontal y lateral. A diferencia de otras zonas, la mandíbula es visible desde todos los ángulos y se convierte en un marcador evidente del paso del tiempo.
  • Resultados notables y naturales. Bien trabajado, el tratamiento de la línea mandibular redefine el rostro de forma sutil pero impactante, sin alterar la expresión.

“La línea mandibular ha pasado de ser una zona olvidada a convertirse en el nuevo símbolo de armonía facial. Pero su tratamiento no es simplemente “marcar la mandíbula”, sino restaurar la arquitectura facial perdida”, incide la experta, quien destaca la visión global, anatómica y preventiva que tienen en medicina estética, para lograr resultados naturales, duraderos y seguros.

Signos del paso del tiempo en el óvalo facial

Para comprender mejor el auge de este tipo de intervenciones, es fundamental reconocer que el envejecimiento facial es un proceso complejo, multifactorial, y que ocurre en todas las capas de la estructura facial más allá de la piel, afectando también al hueso, el tejido graso y los músculos.

  • Pérdida de soporte óseo: con el tiempo, los huesos del rostro —especialmente la mandíbula, el maxilar superior y los pómulos— se reabsorben lentamente. Este fenómeno reduce el soporte estructural que sostiene los tejidos blandos, lo que contribuye a la pérdida de definición facial.
  • Redistribución y pérdida del tejido graso: las almohadillas de grasa facial que dan volumen y forma al rostro también se reducen y descienden. Esto se traduce en flacidez, hundimientos y acumulación de tejido en zonas no deseadas (como la papada o las líneas de marioneta).
  • Alteración muscular: los músculos pierden tonicidad y firmeza, lo que contribuye al descolgamiento facial.
  • Envejecimiento cutáneo: la piel pierde colágeno, elastina y ácido hialurónico, lo que genera una textura más fina, menos elástica y menos resistente a la gravedad.

Fuente: vogue.es